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EL SELLO

El sello nace en nuestra sociedad como garante de la veracidad de un documento escrito. Principalmente su uso pertenecía, en la era feudal, a la realeza en particular extendiéndose a la nobleza en general, para avalar que un mensaje o edicto había sido emitido por ellos. Los primeros sellos en este sentido consistían, principalmente, en unos anillos especiales con cierto relieve, en el cual se grababa el distintivo de la casa real o de la nobleza correspondiente. Este anillo se llevaba en la mano y se impregnaba en tinta para dejar su marca sobre el documento.

Con el paso de los años el uso del sello se fue extendiendo a instituciones públicas, entes gubernamentales y, de manera general y progresiva en empresas privadas, hasta tal punto que hoy en día forma parte de la cotidianidad de las empresas y comercios. Ya no se trata del sello metálico como anillo, sino que su extensión se debe a la sencillez del sello de caucho. Así cada empresa, cada organización pública o pRIvada se vale del sello para dar validez a los documentos que emiten.

Los pueblos indígenas, especialmente de las riberas del río Amazonas, ya conocían la sustancia del caucho y la utilizaban, entre otras cosas, para realizarse tatuajes y elaborar pelotas para juegos; gracias al descubrimiento de América por Cristóbal Colón llegó a Europa al rededor de 1700.

Aunque son muchas las personas que se atribuyen la invención del sello de caucho, lo verdaderamente cierto es que el impresor Cutier Sant puede considerarse como el verdadero inventor del sello de caucho. Lo hace en el año 1860; antes, en sus intentos para completar su idea de lograr un sello de goma, empleó la pasta empleada en la fundición de los rodillos de las máquinas de imprenta, pero no alcanzando el fin apetecido siguió investigando hasta dar con el caucho.